Nunca subestimes el poder de un traductor. Un traductor es quien te permite leer El principito en tu propio idioma; un intérprete es quien pone voz a Obama en reuniones con líderes extranjeros; una intérprete es quien guarda el secreto de lo que hablaron Trump y Putin en su reunión a puerta cerrada; pero un traductor puede ser también recordado por un error en su versión capaz de cambiar la historia (o, al menos, la actualidad).
Este martes se ha conocido que, en la demanda presentada por el expresident Carles Puigdemont contra el juez Pablo Llarena por vulnerar supuestamente su presunción de inocencia, se alteraron las declaraciones del magistrado al traducirlas del español al francés. Concretamente, la frase condicional “si es que ha sido así” (esas fueron las palabras de Llarena) pasa a convertirse en la afirmación “sí, así ha sucedido” o oui c’est ce qui s’est produit en francés, el idioma en el que lo leerá el jurado de Bruselas, donde se presentó la querella contra Llarena.
El coordinador de la defensa de los políticos independentistas encausados en el procés, Gonzalo Boye, lo ha achacado esta mañana a “un error de traducción” y en ningún caso a una intención de falsear las palabras del juez, como apuntan algunos.
Boye ha recordado que se trata de una traducción jurada, y estas van selladas y firmadas por un profesional acreditado. Precisamente por eso sorprende tanto un error tan burdo: en francés, el ‘si’ condicional se dice como en español, mientras que el ‘sí’ afirmativo es ‘oui’. Sería como confundir en inglés un ‘if’ por un ‘yes’. Además, como señala el profesor francés que llamó la atención sobre este error en Twitter, en la traducción al francés se añade un “et” (“y”, en español) antes de la polémica frase oui c’est ce qui s’est produit para reforzar la afirmación.
En cualquier caso, e independientemente de si el error fue o no intencionado, no sería el primer ejemplo de malas traducciones memorables por cambiar, en algunos casos, el rumbo de la historia. A continuación, una muestra de ellas:
El detonante de la bomba atómica
El 26 de julio de 1945, las potencias aliadas publicaron la declaración de Potsdam, un ultimátum a Japón donde exigían su rendición. De lo contrario, se enfrentarían a una “pronta y total destrucción”, decía la amenaza. Kantaro Suzuki, primer ministro japonés, convocó entonces una rueda de prensa para responder: “Sin comentarios. Seguimos pensándolo”. El problema es que Suzuki usó la palabra mokusatsu, que puede significar “sin comentarios” o “lo ignoramos y lo despreciamos”. Y eso fue lo que entendieron los aliados. Diez días después, Estados Unidos lanzó las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Jimmy Carter y su deseo sexual
Cuando el presidente de Estados Unidos visitó Polonia en 1977, su amistoso discurso hacia el pueblo polaco adoptó un tono sexual gracias a las palabras de su intérprete, que, en lugar de expresar “he venido para conocer vuestras opiniones y escuchar vuestros deseos de futuro”, dio a entender que Carter sentía deseos sexuales por los polacos. También tradujo lo feliz que estaba Carter con su visita a Polonia por un “feliz de ver las partes privadas de Polonia”.
Los canales de Marte
En 1877, el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli hizo una de las primeras descripciones del planeta Marte. En ella hablaba de “mar”, “continente” y “canales” (canali, en italiano). Y entonces se montó una buena: esos canales (que en realidad eran estructuras naturales como gargantas o cañones) fueron entendidos como construcciones artificiales realizadas por los marcianos para transportar agua. Así lo defendió en 1908 el astrónomo norteamericano Percival Lowell, desatando la locura por los marcianos, a pesar de que se trataba de un error.
Moisés, el cornudo
El patrón de los traductores, San Jerónimo, es también culpable de uno de los errores más sonados y reproducidos a lo largo de la historia. A él se debe que durante muchos siglos las esculturas y pinturas representaran a Moisés con cuernos. El santo, que tradujo la Biblia del hebreo y el griego al latín (la Vulgata, el texto oficial de la iglesia católica entre 382 y 1979) confundió ‘karan’ (radiante, en hebreo) por ‘keren’ (cornudo), dado que el hebreo no emplea vocales.
El camello que pasa por el ojo de una aguja
El de Moisés no es el único error de la Biblia. Los profesores de Griego suelen comentar como anécdota que la frase que supuestamente pronunció Jesús para alertar a sus discípulos de los peligros de la riqueza —”es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios”— en realidad es fruto de un error de traducción. El texto griego, que fue traducido al latín, usaba la palabra ‘kamilos’, que es una soga gruesa o maroma con la que se amarraban los barcos. Pero San Jerónimo lo entendió como ‘kamelos’ (“camello”), cosa que a priori parece mucho más inverosímil.
BONUS: El error de comunicación que aceleró la caída del Muro
En este caso no se trata de un error de traducción, sino más bien de una falta de comunicación que trajo grandes (y positivas) consecuencias para la población alemana, que durante 28 años vivió separada por un muro de 156 kilómetros y casi dos metros de altura: el Muro de Berlín. Fue el 9 de noviembre de 1989 cuando, en una rueda de prensa emitida en directo, el portavoz del Politburó de la RDA, Günter Schabowski, leyó un comunicado que daría lugar a la caída inmediata del muro. Schabowski desconocía el contenido del documento, por lo que lo interpretó a su manera. “Se podrá viajar fuera de la RDA sin condiciones previas…”, declaró. En ese momento un periodista le preguntó a gritos “¿cuándo?”, y el dirigente respondió: “Según entiendo yo… inmediatamente”. En pocos minutos, ya estaba en televisión la noticia de que la República Democrática Alemana abría esa noche sus pasos limítrofes. La población de Berlín Este no esperó ni un instante para echarse a las calles en masa y derribar esa frontera, hasta entonces infranqueable. El portavoz, consciente de su error y temeroso de represalias, sintió “un alivio inmenso” al ver que los acontecimientos se desarrollaban de forma natural. “No estalló la violencia. No hubo disparos. No hubo heridos”, escribió en sus memorias. O, al menos, así se tradujeron.