«La literatura desnuda al ser humano»


VERÓNICA VIÑAS | LEÓN
07/02/2019

Lugar: Palacio del Conde Luna.

Hora: 19.30.

El gallego que revolucionó la moda agita ahora el mundo de la literatura con Juan Griego (Editorial Defausta), una novela que ha tardado en gestar 27 años. Ritmo, ausencia de adjetivos y la fórmula sujeto-verbo-predicado han permitido a Adolfo Domínguez fabular con verso libre o verso sentido —como él prefiere—, una historia que leyó en los periódicos en los años 70. Hoy presenta su novela en el Palacio del Conde Luna acompañado por el editor Alejandro Alvargonzález.

—¿Ha tardado 27 años en reescribir ‘Juan Griego’?

—Creció para dentro. Solamente con tenacidad se llega al centro de las cosas. Por eso no cambié el título ni la trama. Aumenté personajes y los hice crecer a todos.

—¿Es una novela con muchas costuras?

—Es una novela compleja, una novela-mundo con muchos personajes. Me tomé el tiempo para hacerlo y sin duda tiene costuras.

—¿Hay varias novelas dentro de la novela?

—Infrinjo las normas de espacio-tiempo-lugar, pero hay una profunda unidad en toda ella, excepto en un momento en el que introduzco un guion cinematográfico. Está escrita en verso libre —yo prefiero, como dicen los ingleses, verso sentido—. Me gusta el verso del romancero, el de San Juan de la Cruz, Salinas o Lope de Vega, que es coloquial, aunque hay música. El lenguaje es el que unifica la novela.

—¿Importa más la historia o el modo de contarla?

—Ambas son importantes, pero en literatura la forma es condición indispensable. No acepto literatura sin forma cuidada. A mí me encanta Shakespeare, que es el maestro. El fondo y la forma tienen que estar inextricablemente unidas. No me gusta el Barroco ni la retórica.

—¿Quién es Juan Griego?

—La voz narrativa. Es un oficial de la Marina de guerra argentina. La novela tiene una trama trepidante, pero la trama es un pretexto para conocer. Es una novela de ideas, de debate y de iniciación, en la que lo importante es la historia interior.

—¿De iniciación para el autor o para los lectores?

—Para ambos. Si no lo es para el escritor, tampoco lo será para el lector. Hay muchos escritores que lo intentan, pero pocos lo logran. Ya el lector te juzgará.

—Califica la novela de «minimalista», pero resulta difícil de creer cuando el libro tiene 736 páginas…

—Es un estilo de escritura minimalista. Es sustantiva, con pocos adjetivos. La metáfora, si no añade al relato, no interesa.

—¿Qué tiene contra el adjetivo?

—Prefiero la escritura sustantiva. En España hay una tradición muy importante de Barroco, a excepción de autores como Delibes, Juan Cruz o Azorín. La escritura sustantiva es más anglosajona. Yo pertenezco a este bando.

Adolfo Domínguez en la Plaza Mayor. JESÚS F. SALVADORES

—¿Qué le da la literatura que no le da la moda?

—La costura es de lo que he vivido y me encanta. Necesito un trabajo manual para vivir más o menos feliz. Un trabajo manual te hace más leve. No podría resistir una vida dedicada solo a la escritura.

—Ha mezclado en la novela intrigas políticas, crímenes, romances, física cuántica y narcos colombianos. ¿Qué buscaba en realidad?

—Hay una trama que me la dio la prensa, la puñetera realidad. No he puesto nada que no ocurriera en esos tiempos en Buenos Aires, pero la trama es un pretexto para pensar. A mí me gustan novelas como La cartuja de Palma o Guerra y paz. El gran arte para mí no solo encanta, sino que tiene que desvelar la realidad, encontrarle el otro lado de las cosas.

—¿Bebe del realismo mágico?

—A veces, sin duda. Tengo pocas ataduras. Aunque el lenguaje es minimalista, también hay un aliento de realismo poético. A Juan Rulfo lo leí mas de cien veces y sin descanso; también El Quijote. Leí mucho pocas cosas, aunque leí bastante.

—¿Por qué eligió el verso libre, se lo quiere poner difícil al lector?

—Si pones rima y cuentas sílabas lo haces complicado leer y antiguo. Mi máxima es la concisión y la claridad. Es más contemporáneo el verso de sentido, que también tiene códigos muy exigentes, como sujeto, verbo y predicado y en este orden.

—¿Y por qué no sencillamente prosa?

—Porque prefiero el verso. Es mi forma natural de escribir. Por eso me llevó muchos años. Esta novela tiene una musicalidad y un ritmo interno que te va llevando.

—¿Es más difícil vender un libro que un traje?

—Es más difícil escribir. Creo que va a ser un longseller. Tiene tal grado de ambición que hay personas que me han dicho que subrayan frases o que lo releen. La escritura es más difícil que la costura. Cualquier cosa bien hecha requiere esfuerzo.

—En la moda acuñó «La arruga es bella». ¿Por qué frase le gustaría ser recordado en literatura?

—Eso serán los demás lo que la pongan. Este tipo de frases, como ‘La arruga es bella’, las hace la gente a fuerza de repetirlas.

—Estudió cine en París. ¿Le gustaría que su libro fuera adaptado al cine o a la televisión?

—No me lo planteé. Hay quien dice que ahí hay una gran película. No pensé en ello cuando la escribí y eso que hice cine. Yo pienso que es llevable al cine. Los guiones potentes son indispensables para hacer una buena película.

—¿Qué define más a una persona, lo que lee o la ropa que lleva puesta?

—Ambas cosas. Todo te define. A una cultura la conocemos por lo que escribe, por su manera de vivir, por su arquitectura, su pintura, su orfebrería… y por su cultura de objetos. El románico, el gótico o la música de Mozart describen un tiempo. La escritura describe el proceso interior del ser humano. La literatura desnuda al ser humano.

—¿Por qué eligió Argentina como escenario del libro?

—Porque cuando era pequeño en mi pueblo, como en toda Galicia, recibíamos muchas cartas de Ciudad de México y Argentina, porque teníamos allí familia. Cuando llegué al colegio me costó asimilar que Madrid era la capital de España y no México o Buenos Aires, con las que estaba más familiarizado. En mi adolescencia surgieron Rulfo, Borges y García Márquez, que fueron vitales en mi vida. La patria es la lengua. La patria no es el sitio donde naces, sino la lengua en la que naces. A los 25 o 30 años la trama me la puso delante la prensa. Es ficción, pero una ficción muy verosímil; y los acontecimientos externos no los inventé.

—¿Es cierto que es fan incondicional de Camarón?

—Sí, claro, como de Paco de Lucía. Me gusta la música popular del Sur y la gran música, el cante jondo o el jazz. Me gusta el gran arte y Camarón es gran arte.

—¿A qué político le cambiaría el estilo?

—No los juzgo por el vestuario. De joven quizá te respondería, hoy soy más prudente. Pero si me pides que escoja entre Beckham y Steve Jobs, me quedo con el segundo.

—¿Nos hemos vuelto demasiado políticamente correctos?

—Las andaluzas no dicen eso. En los últimos años España está cambiando virulentamente; de momento, parlamentariamente. A estas alturas no soy revolucionario. El progreso se da mejor con cambios paulatinos que con sobresaltos. En las próximas elecciones no sé si los españoles seremos políticamente correctos. Lo importante es mantener las formas y atenerse a los protocolos. El concepto de derecho es sagrado; saltárselo es muy caro para las sociedades.

—¿Va a seguir escribiendo después de este libro?

—Tengo mucho escrito. Escribí esta novela para entender. En la literatura tienes que deslumbrar en todos los sentidos. La mayoría de los autores lo son de una sola obra. Se escribe mucho, pero se deslumbra poco.

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