En Argentina, esta situación se ve reflejada en los datos que se revelaron desde el Observatorio de Género: se registraron 42 femicidios, transfemicidios y travesticidios en 42 días de cuarentena obligatoria. El año pasado, cuando hicimos temblar la tierra al grito de ni una menos, denunciamos que el promedio de femicidios era uno cada 30 horas. Hoy, en pleno aislamiento obligatorio, ya se registra uno cada 24 horas.
Al mismo tiempo aparecen datos preocupantes, como los que sostuvo la ONU: se especulan 15 millones de embarazos no deseados y 49 millones de mujeres que no pueden acceder a la anticoncepción. La demanda por anticonceptivos y aborto legal sigue vigente.
Nuestras vidas están primero: hay que dar vuelta las prioridades
En nuestro país, el presidente Alberto Fernández dijo públicamente que “es el primer feminista” y que “es el que más quiere la igualdad de género”. Mientras tanto, de la mano de la Iglesia, los empresarios y aliado a las grandes burocracias sindicales, sigue destinando millones a una deuda ilegal e ilegítima mientras el presupuesto para la violencia de género sigue siendo de unos miserables 11 pesos por mujer. Desde el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, no se tomó ni una medida real para abordar la situación que están atravesando las mujeres en nuestro país.
Las jóvenes que nacimos a la vida política con la pelea por el aborto legal hoy vemos que la situación en la que se encuentran las mujeres no es prioridad para el gobierno nacional, ese que se llenó la boca hablando de nuestras vidas y hoy mira para otro lado. Vemos por el contrario, que los grandes bancos, empresas y los especuladores siguen siendo la primer preocupación a la hora de definir a que se le destina presupuesto en esta pandemia. Las ministras, legisladoras y diputadas del gobierno nos querían convencer de que confiemos en el Estado, ese que, mientras sigue enriqueciendo a unos pocos, tiene intereses que nada tienen que ver con nuestras vidas. Es en este sentido que, hace muy poco tiempo, las mismas funcionarias del gobierno firmaron una propuesta de apoyo a la restructuración de la deuda externa ilegal e ilegítima que se quiere pagar a costa de nuestras vidas.
Quienes somos parte del Observatorio Social de Género, conformado por estudiantes de la UNLP y La Izquierda Diario, relevamos distintos datos para pensar la vida de las mujeres en la pandemia. Como por ejemplo, la cifra que marca que 2 millones y medio de viviendas están vacías por la especulación inmobiliaria, cuando las mismas se podrían poner a disposición de las miles de mujeres y sus hijes que, al no tener otra alternativa, deben convivir con sus agresores.Es urgente poner a disposición los hoteles y viviendas ociosas para las mujeres y disidencias que lo necesiten, ya que el 70% de los femicidios ocurren en el hogar de la mujer.
A su vez, en nuestra región el Astillero Río Santiago tiene un proyecto para construir 3 módulos habitacionales para las víctimas de violencia de género. ¿Te imaginas si el Estado destinará los insumos necesarios? El astillero podría reconvertir su producción para cosas fundamentales. Aumentar y destinar un presupuesto de emergencia es una necesidad urgente, el gobierno nacional y provincial deben designarlo ya.
El único proyecto por un impuesto progresivo a las grandes fortunas, es decir, un impuesto a los ricos que se llenan los bolsillos a costa de nuestras vidas, fue presentado por Nicolás del Caño y Myriam Bregman. Este permitiría entregar un subsidio de $30.000 a miles de víctimas de violencia de género que lo necesiten.
La precarización tiene cara de mujer
La realidad que estamos atravesando las mujeres y disidencias en esta pandemia no sorprende, pero sí abundan los motivos para organizarnos. En el día a día somos uno de los sectores más expuestos de la sociedad, hablamos en nombre del 70% de la pobreza mundial y somos protagonistas, también, en los niveles de desocupación. Esta situación la venimos denunciando hace años, pero, en un momento donde aumentan los despidos, las suspensiones y las rebajas salariales, se agrava día a día.
La notable feminización de la fuerza de trabajo en los últimos años no significó desde ningún punto de vista un aumento en la igualdad de género, sino todo lo contrario. Nuestra explotación muchas veces se reproduce en violencia machista por parte del gobierno y las patronales. No es novedad la brecha salarial ni la violencia que sufrimos en ámbitos laborales, pero también somos parte de esa juventud que hace mover la Ciudad. Atendemos en los call centers, laburamos interminables jornadas en los bares que están de moda y locales de comida rápida, pedaleamos todo el día para plataformas como Rappi o Glovo y cientas somos niñeras por dos mangos. Cabe mencionar que muchas de nosotras somos, además, sostén de hogar: cargamos con la crianza de nuestros hijos e hijas y las tareas de la casa. Las jóvenes, a las que el gobierno ignora, los sindicatos le dan la espalda y de las que los centros de estudiantes se olvidan, somos las más precarizadas.
Pero no somos solamente nosotras quienes dejamos el cuerpo en el trabajo, el conjunto de las mujeres estamos en primera línea contra el Covid-19. Son esos valientes trabajadores de la salud –representados en un 74% por mujeres- quienes, a la par de denunciar las condiciones en las que trabajan y exigir más presupuesto e insumos, vienen enfrentando al virus y defendiendo la salud pública.
Otro ejemplo son los trabajadores de la educación –donde las mujeres son el 76%- que desde el comienzo de esta crisis le ponen el cuerpo a las nuevas formas de enseñar y aprender con enormes sacrificios para mantener la relación con la comunidad educativa. Además, ponen sobre la mesa la realidad de las familias trabajadoras, organizándose para que a cada pibe le llegue la alimentación necesaria.
Pero el trabajo y los esfuerzos no terminan ahí, un informe de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género dio a conocer que cerca del 90% de las mujeres realizan el 76% de las tareas del hogar. ¿Qué significa esto? Que además de cumplir cada una su jornada laboral en su lugar de trabajo, cumplen alrededor de 6,4 horas más por día lavando ropa, haciendo compras, cocinando y atender las necesidades de su familia.
La opresión doméstica no la vamos a superar con una lucha en el hogar, entre hombres y mujeres, si no peleamos contra la propiedad privada para socializar el trabajo doméstico. En plena cuarentena lo decimos más que nunca: eso que llaman amor, es trabajo no pago.
Nuertra pelea es por el pan y por las rosas
El rol que nos asignaron a las mujeres a lo largo de la historia está determinado por un sistema patriarcal aliado del capitalismo, un sistema irracional que tiene como objetivo la acumulación del capital en unas pocas manos a costa de nuestras vidas. Hoy los distintos proyectos políticos, tanto el gobierno del Frente de Todos como la oposición de Cambiemos, nos hablan a las mujeres y nos buscan convencer de que la única alternativa que tenemos es humanizar el capitalismo. Pero nosotras estamos convencidas de que este sistema que está contaminando el mundo, que está destruyendo el planeta, que no nos ofrece un futuro sin precarización y miseria, y que además, se lleva nuestras vidas todos los días, no puede seguir de pie. Luchar contra la desigualdad de género no puede estar escindido de preguntarnos por qué sociedad peleamos.
La actual crisis y la dinámica del capitalismo están golpeando al conjunto de las mujeres, por eso necesitamos forjar esas alianzas poderosas entre las mujeres y los trabajadores de todo el mundo. Nuestra pelea es para poder transformar radicalmente las condiciones de vida de las mayorías populares. Liberar al conjunto de la humanidad de las cadenas de la explotación y opresión sólo puede ser posible conquistando la independencia política de la clase obrera, que tiene hoy casi un 50% de composición femenina.
Nos organizamos desde abajo para potenciar las peleas de las mujeres y la diversidad sexual en todo el mundo. Apostamos a unir las luchas de las mujeres con la fuerza de la clase trabajadora y el movimiento estudiantil junto a los sectores oprimidos para luchar por una salida independiente de las y los trabajadores contra los responsables de las condiciones económicas y sociales donde se basa la opresión de las mujeres: la clase dominante, los grandes empresarios y capitalistas, sus estados y sus gobiernos. Nos organizamos por un feminismo socialista y anticapitalista con Pan y Rosas para pelear por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.
Por eso hoy durante esta pandemia, nos sumamos al observatorio social de género de La Izquierda Diario para visibilizar la realidad de las mujeres y la diversidad sexual durante la cuarentena. A su vez nos solidarizamos y acompañamos la pelea de las jóvenes precarizadas que se vienen organizando de manera independiente contra los despidos y las rebajas salariales de las patronales.
Fuente: La Izquierda Diario