Traductora desea que la abundancia literaria de la región sea considerada más que ‘exótica’ .
Escrito por – Filip Noubel –
Traducido por – Andrea González
Traducción publicada el 12/09/2019 on GlobalVoices
Shelley Fairweather-Vega es una traductora de literatura uzbeka y kazaja que vive en Seattle. También es traductora certificada de ruso a inglés. Sus traducciones han sido publicadas en varias revistas importantes en inglés, y tres traducciones de libros escritos por autores uzbekos y kazajos se publicarán este año. Como la literatura de Asia Central continúa siendo escasamente conocida fuera de la región, Shelley no es solo traductora sino también embajadora cultural.
Le pregunté cuáles eran sus reflexiones con respecto a esos papeles y qué es lo que el futuro le depara a la literatura de Asia Central en la traducción. El texto siguiente es una transcripción resumida de nuestra conversación.
Filip Noubel: ¿Cómo te involucraste en la literatura y los idiomas de Asia Central, que es un suceso rarísimo entre los traductores literarios en el mundo angloparlante?
Shelley Fairweather-Vega: It is too rare an occurrence! It was really an accident: the University of Washington, where I did my graduate studies, bundled Central Asian Studies in with Russian Studies. I began studying Uzbek under the guidance of Ilse Cirtautus, a legendary scholar and promoter of Uzbek literature. Later the Uzbek writer-in-exile Hamid Ismailov convinced me to work on some of his books, and introduced me to other Central Asian writers, which is how I met Zaure Batayeva, a tireless promoter of Kazakh literature.
My knowledge of Uzbek isn’t perfect, and my knowledge of Kazakh is scanty, but even the amount I do know is enough to give me a different perspective on translating the literature from that region – different from translators and readers who work only with Russian.
Shelley Fairweather-Vega (SFV): ¡Es un suceso extremadamente raro! En realidad fue un accidente: la Universidad de Washington, donde realicé mi estudios de posgrado, unió los estudios de Asia Central con los estudios de Rusia. Comencé a estudiar uzbeko bajo la tutela de Ilse Cirtautus, académica y promotora legendaria de la literatura uzbeka. Posteriormente, Hamid Ismailov, escritor uzbeko exiliado, me convenció de trabajar en algunos libros suyos, y me presentó a otros escritores de Asia Central, y así fue cómo conocí a Zaure Batayeva, incansable promotora de la literatura kazaja.
Mi conocimiento del uzbeko no es perfecto, y mi dominio del kazajo es escaso, pero incluso con lo poco que sé es suficiente para brindarme una perspectiva diferente en cuanto a traducir la literatura de esa región –diferente de los traductores y lectores que trabajan únicamente con el ruso.
FN: Cuéntanos sobre los libros que has traducido recientemente y los que están próximos a publicarse. ¿Tú misma convenciste a las editoriales para trabajar en esos títulos?
SFV: Two of them are by Hamid Ismailov, the ones I agreed to translate back in 2015. “Gaia, Queen of Ants” captured the imagination of an editor at Syracuse University Press when I sent it to them.
It’s a fascinating but disturbing tale of exiles trying to find their way in the world: a young man who is traumatised by ethnic conflicts in his childhood, in a country that must be Uzbekistan; an old woman who, it turns out, may have been the instigator of those conflicts; and an Irish woman who escaped the Troubles only to land in the middle of a war zone in Serbia and then a Central Asian prison. As you might expect, it doesn’t end well.
Ismailov’s other novel, “Of Strangers and Bees”, is a homage to the Sufi literary tradition stretching back many centuries. One of its central characters is Avicenna, or Ibn Sino as the Uzbeks call him, who appears as a wandering stranger in different countries and centuries. That means the book is full of different story-telling styles, making it a challenge to translate. That one is coming out from Tilted Axis Press, which also produced Ismailov’s most recent novel in English translation, “Devils’ Dance.”
But the next one to come out, on October 1, is a Kazakh novel, “A Life At Noon”, by Talasbek Asemkulov. The author was a scholar of Kazakh history and culture, a musician who played the Kazakh string instrument, the dombyra. The novel is a slightly fictionalised retelling of his own life story. He grew up on the stories old men told over tea in the 1960s, and in the book, we all get to hear those stories. It’s unlike anything I’ve ever read before.
SFV: Dos son obra de Hamid Ismailov, los que acordé traducir en 2015. “Gaia, reina de las hormigas” capturó la imaginación de un editor en Syracuse University Press cuando se lo envié.
Es un relato fascinante y perturbador sobre exiliados que intentan encontrar su camino en el mundo: un joven que está traumatizado por los conflictos étnicos que ocurrieron en su niñez, en un país que debe ser Uzbekistán; una anciana que tal vez haya sido la instigadora de esos conflictos; y una irlandesa que escapó del conflicto armado de Irlanda del Norte solo para terminar en medio de una zona de guerra en Serbia y posteriormente en una prisión de Asia Central. Como podrías esperar, no termina bien.
La otra novela de Ismailov, “De extraños y abejas”, es un homenaje a la tradición literaria sufi que data desde hace muchos siglos. Uno de sus personajes principales es Avicena, o Ibn Sino como lo denominan los uzbekos, que se presenta como un extraño que viaja en países y siglos diferentes. Esto significa que el libro está lleno de estilos de narración diferentes, que lo convirtió en un desafío para traducir. Ese lo publicará Tilted Axis Press, que produjo también la traducción al inglés de la novela más reciente de Ismailov, “La danza de los demonios“.
Pero el siguiente que saldrá, el 1 de octubre, es una novela kazaja, “Una vida al mediodía”, escrita por Talasbek Asemkulov. El autor fue un académico de la historia y cultura kazaja, un músico que tocó el instrumento de cuerda kazajo, el dombra. La novela consiste en un recuento ligeramente ficticio de su propia historia de vida. Creció con las historias que los ancianos contaban a la hora del té en la década de 1960, y en el libro, todos tenemos la oportunidad de escuchar esos relatos. Es diferente a todo lo que hayas leído anteriormente.
FN: ¿Qué tan difícil es traducir de los idiomas y las culturas de Asia Central, en especial cuando se trata de términos o proverbios culturales locales?
SFV I’m not sure it’s more difficult than translating from any other language, although Turkic languages like Uzbek and Kazakh have a structure extremely different from English. The culture behind those languages is less familiar to English-language readers because we just haven’t read much from that part of the world. Translation is always a strategic balancing act. A translator can alter the whole tone of a story just by choosing how to handle words such as dastarkhan or jigit. Do we explain those words, and if so, how much and how often? Italicise them? Do we leave no comment at all?
Because Central Asian languages use different alphabets – sometimes more than one different alphabet – there’s also the question of spelling. I’ve already mentioned Avicenna and Ibn Sino. And is it jigit or dzhigit? We have to consider at least three aspects when answering those questions. First, how will English-speaking readers pronounce the word, and will that be close to correct? Second, is there a spelling people already know and expect, and is there a good reason to violate those expectations? And third, how Russian is the spelling we’re considering? Because when we call the musical instrument, for example, a dombra, that’s the Russian spelling; Kazakhs pronounce and write it more like dombyra.
My spelling choices can inadvertently label something a Kazakh or a Russian phenomenon. We can’t avoid the Russian influence and perspective on Central Asia altogether, but we also need to be careful of making the Russian experience there the central, primary, and only lens through which we perceive these stories.
All these decisions determine how exotic the translated text will seem to the reader and how comfortable or uncomfortable readers might feel experiencing the story. But how comfortable do we want them to feel, anyway? The answer is different for every work, every author, and every publisher.
SFV: No estoy segura de que sea más difícil que traducir desde cualquier otro idioma, aunque los idiomas túrquicos, como el uzbeko y el kazajo, tienen una estructura muy diferente a la del inglés. La cultura detrás de esos idiomas no es tan conocida por los lectores anglófonos porque no hemos leído mucho sobre esa parte del mundo. La traducción es siempre un acto de malabarismo estratégico. Un traductor puede alterar el tono completo de una historia al elegir cómo lidiar con palabras como dastarkhan o jigit. ¿Explicamos esas palabras, y de ser así, qué tanto y con cuánta frecuencia? ¿Las escribimos en cursiva? ¿No dejamos ningún comentario?
Como los idioma de Asia Central utilizan alfabetos diferentes –en ocasiones más de un alfabeto diferente– siempre existe la interrogante de la ortografía. Anteriormente mencioné a Avicena e Ibn Sino. ¿Y si es jigit o dzhigit? Tenemos que considerar por lo menos tres aspectos para responder a esas preguntas. Primero, ¿cómo pronunciarán la palabra los lectores angoparlantes y se aproximará a la forma correcta? Segundo, ¿existe una ortografía que las personas ya conocen y esperan, y hay alguna buena razón para ignorar esas expectativas? Y tercero, ¿qué tan rusa es la ortografía que estamos considerando? Cuando nombramos al instrumento musical, por ejemplo, un dombra, es la ortografía rusa; los kazajos los pronuncian y lo escriben como dombyra.
Mis elecciones de ortografía pueden inadvertidamente etiquetar algo como un fenómeno kazajo o ruso. No podemos eludir por completo la influencia y la perspectiva rusa en Asia Central, pero necesitamos también ser cuidadosos de no permitir que la experiencia rusa allí sea el único lente principal por medio del cual percibimos estas historias.
Todas estas decisiones determinan cuán exótico le parecerá el texto traducido al lector y cuán cómodos o incómodos podrían sentirse los lectores al experimentar la historia. Pero ¿qué tan cómodos queremos que se sientan, de todas maneras? La respuesta es diferente para cada obra, para cada autor y para cada editorial.
FN: ¿De qué manera piensas que las audiencias y los medios angloparlantes interpretan estas obras?
SFV: It might be too soon to tell. Central Asian literature is still an exotic beast, a curiosity. I get the sense that people are more likely to appreciate it for its rareness than for its actual literary merits – but the art, the stories, are what I like best, and what I hope people will pay attention to. I’d love to move readers away from thinking, “how unusual!” to thinking “how beautiful!”
SFV: Puede que sea muy pronto para decirlo. La literatura de Asia Central es aún una criatura exótica, una curiosidad. Siento que las personas son más propensas a valorarla por su rareza que por su mérito literario verdadero –pero el arte, las historias, son lo que más me gusta y a lo que espero que las personas le presten atención. Me encantaría que los lectores dejaran a un lado el pensamiento “¡qué inusual!” y lo cambiaran por “¡qué bello!”.
FN: ¿Los Gobiernos o las instituciones de Asia Central están haciendo lo suficiente para promover la traducción de la literatura de sus países?
SFV: We’re seeing more efforts along these lines lately, but still nothing like Russian writers have with the Institut Perevoda [a Russian state-sponsored institute for literary translation] and active literary agents. Unfortunately, Central Asian countries have inherited Soviet-style bureaucracies that extend to the literary world and come with opaque rules governing who gets attention. In Kazakhstan, the government decided last year to fund the translation and publication of a volume of poetry and a volume of prose to promote Kazakhstan’s culture abroad. But rather than translators, publishers, and readers, it was mainly bureaucrats who made the decisions about what to include.
I haven’t heard of any government-led efforts in Uzbekistan. In 2018, I had the privilege of helping to judge a contest for translators of Uzbek literature, and I was excited to see what young Uzbek translators picked to translate. Out of dozens of samples I reviewed, there were only about six authors whose work was represented, all men who wrote in the early decades of the Soviet era. Those stories seem to have been the only ones these young translators thought deserved their attention. If that’s what they’re spending time on, how are readers from outside supposed to discover anything else?
I’d love to see governments and cultural organisations in Central Asia promoting not just the classics, which do remain too little known in the West, but also exciting new writing by a more diverse group of authors.
SFV: Hemos visto más esfuerzos en esa dirección recientemente, pero aún nada como lo que tienen los escritores rusos con el Institut Perevoda [institución rusa patrocinada por el Gobierno para la traducción de obras literarias] y los agentes literarios activos. Lamentablemente, los países de Asia Central heredaron las burocracias al estilo soviético que abarcan al mundo literario y vienen con reglas poco claras que dictan quién recibe atención. En Kazajistán, el Gobierno decidió en 2018 financiar la traducción y publicación de un volumen de poesía y un volumen de prosa para promover la cultura del país en el extranjero. Pero en lugar de los traductores, editores y lectores, fueron principalmente los burócratas quienes tomaron la decisión de qué incluir.
No he escuchado de ningún esfuerzo encabezado por el Gobierno en Uzbekistán. En 2018, tuve el privilegio de ser jueza para una competición de traductores de literatura uzbeka, y estaba entusiasmada por ver qué eligirían los jóvenes traductores uzbekos para traducir. De las decenas de muestras que revisé, únicamente hubo unos seis autores cuyas obras fueron representadas, todos hombres que escribieron en las primeras décadas de la era soviética. Esas historias aparentemente fueron las únicas que los jóvenes traductores consideraron merecedoras de atención. Si es eso a lo que dedican su tiempo, ¿cómo se supone que los lectores en el extranjero descubran algo más?
Me encantaría ver que los Gobiernos y las organizaciones culturales en Asia Central promovieran no solo los clásicos, que continúan siendo muy poco conocidos en Occidente, sino también nuevas obras emocionantes escritas por un grupo de autores más diverso.
FN: ¿Qué autores de Asia Central te gustaría recomendar a los lectores, independientemente de que sean traducido o no al inglés?
SFV: I’m glad you asked! The biggest deal right now is that an English version of a Kazakh historical saga, Rollan Seysenbayev’s “The Dead Wander in the Desert”, is coming out soon, translated by John Farndon and Olga Nakston. Seysenbayev’s book addresses some of the same themes that “A Life At Noon” does, though from a different point of view. Furthermore, J. Kates has translated a volume of poetry by Aigerim Tazhi called “Paper-Thin Skin.”
Right now I’m working with some less known Kazakh authors who have written amazing things. Zaure Batayeva and I are compiling an anthology of recent short stories by women who write either in Kazakh or Russian. One of those authors, Lilya Kalaus, has a hilarious, touching novel called “The Last Hope Foundation” about love, ghosts, and the operations of a western non-profit in present-day Central Asia. Kalaus worked with another of those authors, Zira Naurzbayeva, to write a very good pair of children’s adventure stories based on Kazakh myths and legends. And Dastan Kadyrzhanov, following a career in Kazakh politics, has written a novel in free verse about the spiritual crisis in his country after the collapse of the Soviet political system, which is surprisingly funny and erudite.
I’d love to help them share their insights and their creative work with a wider audience. That’s the best part about being a translator.
SFV: ¡Me alegra que preguntaras! El asunto más importante ahora mismo es que próximamente se publicará una versión en inglés de una saga histórica kazaja, “Los muertos deambulan en el desierto”, de Rollan Seysenbayev, traducida por John Farndon y Olga Nakston. El libro de Seysenbayev trata algunos de los mismos temas que aborda “Una vida al mediodía”, aunque desde un punto de vista diferente. Además, J. Kates tradujo un volumen de poesía escrito por Aigerim Tazhi llamado “Piel delgada como papel“.
Ahora mismo, estoy trabajando con algunos autores kazajos menos conocidos que han escritos cosas maravillosas. Zaure Batayeva y yo estamos compilando una antología de relatos cortos recientes de mujeres que escriben ya sea en kazajo o ruso. Una de esas autoras, Lilya Kalaus, tiene una graciosísima novela conmovedora llamada “La fundación la última esperanza”, que trata sobre amor, fantasmas y las actividades de una organización no lucrativa occidental en Asia Central de la actualidad. Kalaus colaboró con otra de esas autoras, Zira Naurzbayeva, para escribir un par de historias de aventura excelentes para niños, que se basan en mitos y leyendas kazajas. Y Dastan Kadyrzhanov, que siguió una carrera en la política kazaja, escribió una novela en verso libre acerca de la crisis espiritual en su país tras el colapso del sistema político soviético, que es sorprendentemente gracioso y erudito.
Me encantaría ayudarlos a llevar sus percepciones y su obra creativa a una audiencia más grande. Esa es la mejor parte de ser traductor.