Guillermo Parra López es autor de la subtitulación en varias series de Netflix.
Love, death & robots», «Muñeca rusa», «The OA», «La perfección» y «Tienda de unicornios» son algunas de las películas y series de la plataforma Netflix cuyos subtítulos en español tienen detrás el trabajo de un menorquín, el traductor audiovisual Guillermo Parra. Este profesional de Ciutadella ha pasado el último año como profesor de español en la School of Modern Languages de la Universidad de Saint Andrews, en Escocia. La docencia es uno de sus campos, pero ahora, finalizado el curso, se plantea establecerse en Quebec, el territorio francófono de Canadá, de donde es originaria su pareja, y dedicarse a lo que más le apasiona: la subtitulación y la traducción para el doblaje de cine y series.
¿Cómo llegó a dedicarse a la subtitulación?
—No sabía qué especialidad seguir mientras estudiaba el grado, solo sabía que me gustaban las lenguas. Pero cuando estaba en tercero tuve mis primeras clases de subtitulación y me dije que quería hacerlo como fuera. Ya durante estos años de máster y doctorado he investigado sobre subtitulación y doblaje, y como ya vivía de dar clases, eso me ha permitido tener tiempo para entrar poco a poco en este mercado. Empecé como autónomo y como en cualquier profesión no tienes en seguida una cartera de clientes sino que la vas haciendo poco a poco.
¿Es difícil abrirse camino en ese sector?
—Me ha costado bastantes años conseguir hacerme un hueco, ahora ya tengo varios clientes bastante grandes y creo que me permitiría vivir de ello. Llevo un año haciendo encargos para Netflix, en realidad no trabajo directamente para ellos sino con una agencia de traducción que es proveedora de servicios para la plataforma. A través de este intermediario hago muchas traducciones. Recientemente he traducido «Love, death & robots», que es una antología de cortometrajes producida por David Fincher (director de la conocida película «Seven», 1995).
¿Subtitula en español?
—Sí. A mí me llega una plantilla en inglés. Una plantilla es básicamente la transcripción del diálogo en inglés, con códigos de tiempo, de entrada y de salida; indica cuándo tiene que entrar el subtítulo en pantalla y cuándo sale. Esa plantilla es una referencia, realmente yo la adapto a lo que necesite mi traducción. Si necesito más tiempo me tomo más tiempo o si veo que algo no está bien ajustado y lo quiero mejorar pues lo arreglo. Yo me encargo de la traducción teniendo en cuenta que se tiene que poder leer bien, y debe incluir toda la información posible, mientras se lea bien y esté bien traducido.
No es tan sencillo como pueda parecer…
—No, no lo es. A nivel técnico tiene que respetar cambios de plano, por ejemplo, porque la idea es que si cambia la imagen, el subtítulo no debe continuar en el siguiente plano. Además, hay que intentar que parezca que los personajes dicen lo que tú has puesto.
Y eso del inglés al español será difícil, nuestro idioma parece mucho más largo.
—Lo es. No sé exactamente el porcentaje pero diría que entre un 15 y un 20 por ciento más largo, todo cuesta mucho más decirlo. Entonces hay que buscar estrategias para condensar información, reducir… Pero que se pierda lo mínimo posible; desgraciadamente no puedes decirlo todo, porque no se puede leer tan rápido como se escucha. Pero si el subtitulador es bueno puede sintetizar bastante la información como para que sigas la trama y sin dejar de disfrutar de los matices.
¿Cree que la versión original subtitulada es el futuro? Hay espectadores que prefieren el doblaje pero crece el público que quiere oír las voces originales y necesita los subtítulos, al menos como apoyo.
—De entrada me gustaría decir que la subtitulación no solo es de inglés a español sino de cualquier lengua al español, aunque la mayoría de las producciones son de estadounidenses o británicas, pero si vas a ver una película en noruego, creo que a nadie se le ocurre verla sin subtítulos (bromea). Sobre qué es mejor, el doblaje o la subtitulación, es un debate que surge en los medios periódicamente. Los profesionales lo evitamos. Hay consumidores para los dos, tanto doblaje como versión original con subtítulos, y mientras haya demanda seguirá haciéndose cada producto. Ahora mismo estrenar una película o serie solamente subtitulada no es viable, sería un fracaso comercial, por mucho que digamos que es más respetuosa con la obra original. Pero Netflix se las apaña para ofertar diferentes opciones y así cada uno elige lo que quiere.
Ahora también triunfan series españolas en estas plataformas ¿tiene más opciones de hacer ese trabajo inverso?
—No lo he hecho aún pero sí he visto encargos de este tipo de trabajo, en el que tú elaboras la plantilla del español, los subtítulos de referencia para las otras lenguas y otros traductores hacia otras lenguas traducen desde el español. No he cogido todavía ese tipo de encargos por cuestiones de agenda pero sé que se está haciendo.
¿Solo subtitula películas y series o también videojuegos?
—Los videojuegos se consideran audiovisual pero son como un mundo aparte. Las convenciones que se aplican en películas, series o cortos no se aplican en los videojuegos. Los traductores trabajan con otras condiciones y no tienen reconocimiento ni derechos de autor, es duro. Si nuestras condiciones ya no son excesivamente buenas las de ellos son peores, porque no quiero que parezca todo idílico. Lo que ocurre es que es una profesión gratificante y llamativa dentro de las ramas de traducción.
¿No teme que con la tecnología se pueda prescindir de los traductores?
—Ya hay estudios que están intentando automatizar aunque sea parte del proceso. No creo que nos vayan a reemplazar pero sí que acabemos haciendo posedición, una máquina traduce y tú arreglas y corriges. Las máquinas cada vez traducen mejor.
Y ahora finaliza el curso como profesor de español en Escocia pero decide no quedarse.
—Era un contrato de un año, me ofrecieron renovar, pero me he planteado hacer otras cosas. Como traductor me he mal acostumbrado a tener mucha libertad de movimiento. Me gusta mucho enseñar pero me gusta más mi libertad, y si puedo traducir sin tener que estar en un sitio en particular, lo prefiero. Mientras funcione internet, todo va bien.
¿Cuántos idiomas habla?
—Hablo cinco lenguas. El Grado lo hice con alemán como primera lengua extranjera e inglés como segunda. Más catalán y español y ahora, gracias a mi pareja, a su familia y amigos, por exposición, ahora hablo también francés.
¿No se mezclan en su cabeza?
—Sí se cruzan a veces (ríe), sobre todo hablando más que escribiendo y curiosamente más el francés y el alemán que ninguna otra, no porque se parezcan sino porque el orden en el que aprendes las lenguas se ve que influye.
¿Cómo logró el trabajo de docente en Escocia?
—Fui a St Andrews porque finalicé la beca del Ministerio con la que cursaba mi doctorado al tiempo que daba clases en la ‘Pompeu Fabra’. Ofertaban una plaza de profesor de español, me presenté y la conseguí. Necesitaba ese quinto año para acabar mi tesis y el doctorado, ganándome la vida.
¿Así de sencillo?
—La ‘Pompeu Fabra’ me concedió el Premio a la Calidad en la Docencia en 2015, supongo que eso contribuyó a abrirme las puertas de St. Andrews, además he dado clases en el máster de Traducción Literaria y Audiovisual de la Barcelona School of Management.
¿Y cómo ha ido la experiencia?
—Me ha gustado mucho. Es otro sistema de dar clases, por ejemplo allí en la universidad el profesor tiene un supervisor que revisa todo lo que puntúa. El departamento de español es el más grande, hay demanda, muchos alumnos estadounidenses, ingleses, y nativos de otras lenguas. Respecto a Escocia, me ha gustado, no he tenido un shock cultural como esperaba, pero sí en otras cosas, como el clima.
¿Demasiado gris?
—La primera mitad del curso fue dura porque anochecía a las tres de la tarde, ahora por contra anochece a las 10 de la noche y entre las 3 y las 4 de la madrugada ya amanece. Como anécdota diré que me compré un despertador que emite luz porque en invierno me deprimía.
¿Añoranza de la luz mediterránea?
—A pesar de estar siempre viajando siempre tengo la isla muy presente. Si ahora llevo esta vida en buena parte es gracias a la calidad de la educación pública que recibí allí.