RODRIGO FRESÁN El escritor argentino rescata la figura del traductor y lo ubica dentro de un género propio. “Lleva un cierto temor sacro”, dice 28 de Abril de 2019 | 08:06 | Publicado en Edición Impresa
El escritor Rodrigo Fresán rescata la figura del lector dentro del oficio de la escritura y se refiere a la traducción como “un género literario, si está bien hecha, que conlleva una responsabilidad y cierto temor sacro”. 2/3 “Siempre intento, cuando escribo, no dejar de ser un lector de mí mismo. No me interesa la idea de lector cerebral que sabe absolutamente todas las cosas cuando se sienta a escribir”, dice Fresán, ganador el año pasado del Best Translated Book Award de los Estados Unidos por “La parte inventada”, primera parte de la trilogía que explora la mente de un escritor.
Radicado en Barcelona hace casi dos décadas, Fresán (Buenos Aires, 1963), escritor, crítico y traductor, diserta sobre “la idea y la persistencia de la gran novela norteamericana como fantasma y la ausencia de la gran novela argentina”, en el festival literario de San Isidro que se realiza en Del Barco Centenera y el río. Los premios más importantes que recibió en 30 años de trabajo responden a traducciones al inglés y el francés de sus obras; en 2017 el Roger Callois reconoció su trayectoria y en 2018 la Universidad de Rochester lo distinguió por haber mostrado, con “La parte inventada”, que “hay un nuevo territorio en la novela y nuevas estructuras por construir”, junto al traductor, que logró “trasladar toda esa maestría al inglés”. A la hora de profundizar sobre la potencia que tiene la traducción en un trabajo literario, el narrador apunta que “es un género literario cuando está bien hecha, sino es una catástrofe. Y yo tengo la sospecha de que mi libros son mejores en francés y en inglés que en español, porque despiertan un entusiasmo que no creo haber provocado. Hay un trabajo de reescritura clarísimo, el idioma no deja de ser un personaje nuevo que se mete en el libro, como una especie de doble, y es muy trabajosa, hay que estar a la altura, conlleva una responsabilidad y cierto temor sacro. De repente, cuesta más traducir un libro de otro que escribir uno tuyo”.