¿Qué es lo más importante para escribir en estos tiempos de Internet? La técnica viene bien. La facilidad de palabra no estorba. Un buen estilo es útil para brillar, para alzarse en medio del llano. Cuanto mejor engrasada esté la maquinaria del lenguaje, mejor responderá a las órdenes de nuestro cerebro, más suavemente nos conducirá a nuestra meta. Sin embargo, lo más importante no es saberse al dedillo las reglas de ortografía ni tener una sintaxis perfecta. Lo verdaderamente importante es tener algo que decir.
La Red está llena de repetidores, de antenas que se despliegan para lanzar amplificadas las voces que han captado en otro sitio, modificándolas quizás levemente. De lo que no andamos sobrados es de emisores, de centros de actividad desde donde surjan ondas nuevas, originales, inconfundiblemente personales.
Son muchos los que abren un blog o una cuenta en redes sociales para encontrarse a las pocas semanas con que se les acaba la cuerda. De pronto se ven con un megáfono entre las manos, pero no se les ocurre nada que contar o no se atreven. ¿Qué hacen? Repetir lo que va diciendo el de al lado o, simplemente, entonar la misma cantinela que todo el mundo procurando no desentonar. Si tú introduces una línea nueva en este coro, alguien te acompañará. No faltan altavoces, faltan voces que amplificar.
Tú también tienes algo que decir si descubres ese algo en lo que puedes ser el mejor. Es algo que solamente tú eres capaz de contar o quizás una manera de contarlo de la que solo tú eres capaz. Cuando das con esa vena, tus ideas no se agotan después de cuatro artículos. Cuanto más dices, más te queda por decir. Al final el problema no es andar luchando por encontrar un tema nuevo cada día, sino hacer frente a una tarea ingente que se va acumulando sin que se le adivine un final.
Aprender a decirlo bien es cuestión de tiempo y de voluntad. Habrá que conseguir que el lenguaje trabaje para ti y no en tu contra. Ve puliendo y afinando la expresión, pero el recorrido va de la idea a la palabra y no al revés.