El cerebro es un órgano con miles de millones de células nerviosas, neuronas, y al menos el doble de células gliales. Está dividido en dos mitades o hemisferios unidos por el cuerpo calloso. Cada hemisferio se divide en cuatro lóbulos: lóbulo frontal (encargado del movimiento, razonamiento, resolución de problemas, memoria, emociones y lenguaje), lóbulo parietal (implicado en la percepción y reconocimiento de estímulos táctiles, la presión, la temperatura y el dolor, manipulación de objetos, conocimiento numérico y lenguaje), lóbulo temporal (encargado de la percepción y reconocimiento de estímulos auditivos y olfativos, equilibrio, coordinación, memoria, reconocimiento de caras, emociones), y lóbulo occipital (implicado en la percepción e interpretación de estímulos visuales y reconocimiento espacial).
Pero además, hay unas áreas del cerebro que desempeñan una función especial para el procesamiento y producción del lenguaje: el área de Broca (que se ocupa de la producción del lenguaje articulado) y el área de Wernicke (que se ocupa de la comprensión del lenguaje). Y es que el lenguaje es una de las funciones cognitivas más complejas del ser humano que ha fascinado a científicos y legos en la materia por igual. Las últimas investigaciones indican que hay regiones de la corteza cerebral (la circunvolución temporal superior para el procesamiento morfosintáctico –sección anterior–, la integración de la información sintáctica y semántica –sección posterior–, la circunvolución frontal inferior y área de Brodmann para el procesamiento sintáctico y memoria de trabajo, la circunvolución frontal inferior para el procesamiento sintáctico y memoria de trabajo o la circunvolución temporal media para el procesamiento léxico semántico) y regiones subcorticales (como el putamen y el núcleo caudado) que desempeñan un papel esencial en el procesamiento del lenguaje.
Sobre el bilingüismo se ha escrito mucho, el equipo de la Dra. Alice Mado Proverbio de la Universidad Milano-Bicocca, por ejemplo, ha realizado numerosos experimentos y publicado artículos al respecto, y ha visto que el aprendizaje de un idioma en la niñez altera de manera significativa la estructura del cerebro.
Pero lo que me fascina son los estudios, más recientes, sobre el proceso de interpretación simultánea, una tarea cognitiva extremadamente más exigente y que supone un excelente modelo para analizar las bases neuronales del control lingüístico y cognitivo extremo, y de la plástica cerebral. El grupo de la Universidad de Ginebra liderado por Barbara Moser-Mercer y Narly Golestani llevan tiempo utilizando imágenes por resonancia magnética funcional (IRMf) para observar el cerebro de los intérpretes. Parece ser que no existe una zona única del cerebro dedicada en exclusiva a controlar la interpretación; la interpretación se lleva a cabo gracias a la intervención de múltiples áreas, y las áreas del cerebro que controlan el proceso son generalistas, no especializadas. Muchas de nuestras capacidades más sofisticadas son posibles, no gracias a regiones especializadas del cerebro dedicadas a tareas específicas, sino a la velocísima coordinación entre las áreas que controlan las tareas más generales. Tareas tales como el movimiento y el sentido del oído.
Una de las principales áreas cerebrales implicadas es el área de Broca, conocida por el papel que desempeña en la producción del lenguaje y en la memoria de trabajo. También existen dos regiones del cuerpo estriado, el antiguo núcleo del cerebro, responsables de la función de gestión ejecutiva: el núcleo caudado y el putamen. El núcleo caudado no es un área especializada en el lenguaje; los neurocientíficos lo saben por el papel que desempeña en procesos como la toma de decisiones o la confianza. Es más bien una especie de director de orquesta, ya que coordina la actividad de muchas regiones del cerebro para producir comportamientos sorprendentemente complejos.
Los últimos estudios indican que la actividad interpretativa de alguna manera modifica nuestro cerebro; parece ser que hay un mayor volumen de materia gris en la corteza frontopolar izquierda, y en particular, el área 10, de los intérpretes. La corteza frontopolar está vinculada con procesos cognitivos muy complejos como la planificación, la introspección, la memoria retrospectiva y prospectiva, la disociación de la atención y resolución de problemas que implican tareas simultáneas. Increíble y extremadamente complejo. Si os pica la curiosidad como a mí, os dejo esta relación de artículos que he recopilado para empezar a meternos en harina:
Becker M., Schubert T., Strobach T., Gallinat J., Kühna S. (2016). Simultaneous interpreters vs. professional multilingual controls: Group differences in cognitive control as well as brain structure and function. En: NeuroImage, Vol. 134, pp. 250-26.
Geoff Watts, G. (2014). The amazing brains of real-time interpreters. Traducción al español.
Hervais-Adelman A., Moser-Mercer B., Golestani N. (2015). Brain functional plasticity associated with the emergence of expertise in extreme language control. En: NeuroImage, Vol. 114, pp. 264-274.
Hervais-Adelman A., Moser-Mercer B., Golestani, N. (2014). The neuroscience of simultaneous interpretation. En: In other words: the journal for literary translators, No. 44, pp. 60-63.
Hervais-Adelman A., Moser-Mercer B., Michel C.M., Golestani, N. (2014). fMRI of Simultaneous Interpretation Reveals the Neural Basis of Extreme Language Control. En: Cerebral Cortex.
Hervais-Adelman A., Moser-Mercer B., Murray M.M., Golestani N. (2017). Cortical thickness increases after simultaneous interpretation training. En: Neuropsychologia.
Proverbio A.M., Adorni R. (2011). Hemispheric Asymmetry for Language Processing and Lateral Preference in Simultaneous Interpreters. En: Psychology, Vol. 2, No. 1, pp. 12-17.
Rinne J.O., Tommola J., Laine M., Krause B.J., Schmidt D., Kaasinen V., Teräs M., Sipilä H., Sunnari M. (2000). The translating brain: cerebral activation patterns during simultaneous interpreting. En: Neuroscience Letters 294, pp. 85-88.
Van de Putte E., De Baene W., García-Pentón L., Woumans E., Dijkgraaf A., Duyck W. (2018). Anatomical and functional changes in the brain after simultaneous interpreting training: A longitudinal study. En: Cortex.
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