La composición del alfabeto o abecedario del español ha ido variando con el paso del tiempo. En la actualidad está formado por veintisiete letras, pero no siempre fue así. El alfabeto español, como es bien sabido, es heredero del alfabeto latino que, a su vez —a través de los etruscos—, procede del alfabeto griego. De hecho, el término alfabeto alude precisamente a las dos primeras letras griegas: alfa y beta. En las siguientes líneas lo emplearemos como sinónimo de abecedario, pues así lo establece la Ortografía de la lengua española (2010, § 5.4, p. 63).
¿CUÁL ES LA HISTORIA DEL ALFABETO ESPAÑOL?
Para hablar de las variaciones que ha sufrido el alfabeto español es necesario acudir a la primera obra en la que se habla sobre la ortografía de la lengua castellana. Dicha obra es la Gramática de Antonio de Nebrija (1492). En el primer apartado, dedicado a la ortografía, se establecía que el castellano constaba de 23 letras, a saber: A, B, C, D, E, F, G, H, I, K, L, M, N, O, P, Q, R S, T, U, X, Y, Z. El criterio de Nebrija era el siguiente: cada letra debía corresponderse con un sonido distinto. Por este motivo, se consideraban inútiles la k, la q y la y, puesto que un mismo fonema no podía ser representado por distintas grafías. Y así queda recogido en la Gramática: «Las tres c. k. q. tienen un sonido: e por consiguiente las dos dellas son ociosas, e presupongo que sean la k. q. e que la x. no es necessaria: porque no es otra cosa sino breuiatura de cs».
En el año 1512, Antonio de Nebrija publicó las Reglas de ortografía española, obra en la que propone un abecedario compuesto de veintiséis letras: A, B, C, ç, CH, D, E, F, G, H, I Vocal, Y Conſonante, L ſencilla, LL doblada, M, N ſin titulo, Ń con titulo, O, P, R, S, T, U Vocal, V Conſonante, X, Z. Como puede advertirse, la n con título hace referencia a la actual ñ, que representamos igual que la letra n pero con un signo encima que recibe el nombre de virgulilla. Además, En dicha obra se excluían dos letras: la k y la q, pues la letra c podía usarse en lugar de ambas.
A partir del siglo XVIII, con la creación de la Real Academia Española, comenzó a establecerse un alfabeto que, aunque con ligeras variaciones, se ha ido manteniendo hasta nuestros días. La primera edición de la ortografía, del año 1741, establecía el siguiente alfabeto: A, B, C, D, E, F, G, H, I, J, K, L, M, N, O, P, Q, R, S, T, U, V, X, Y, Z. Es decir, el abecedario constaba de veinticuatro letras —veinticinco, en realidad, porque la u presentaba dos formas: u y v—. En la edición del año 1754 se incorporaron tres letras más: la ch, la ll y la ñ. La última letra en introducirse fue la W, pues se añadió al abecedario en el año 1969.
LETRAS ¿DESAPARECIDAS?
Seguro que hay quien se ha dado cuenta de que en los diferentes alfabetos no solo se han añadido letras, sino que también han desaparecido otras. El ejemplo más evidente es el de la cedilla, ce cedilla o ce con cedilla (ç). En su origen, esta letra es una variante de la letra zeta; de hecho, la pala cedilla es el diminutivo de ceda, que es una variante de la palabra zeda —término, ya en desuso, con el que se puede nombrar a la letra zeta—. Por este motivo, también es posible encontrar la palabra zedilla en el diccionario.
Es frecuente hoy en día encontrar esta letra en el alfabeto de otras lenguas románicas como el catalán, el francés o el portugués. Sin embargo, la cedilla desapareció de nuestro alfabeto en el año 1775, con la publicación de la quinta edición de la Ortografía de la lengua castellana. La pronunciación de esta letra era como pronunciamos hoy día en castellano la ch —en fonética, como una africada dental sorda /ts/—. Este sonido se representaba en castellano medieval con una c ante las vocales e, i, —como en cielo, pronunciado [tsielo]— y con una ç ante cualquier vocal o a final de sílaba, como en cabeça.
También han desaparecido de nuestro alfabeto las grafías ch y ll. El motivo por el que estaban incluidos en el diccionario era muy sencillo: cada una de ellas representa un solo sonido —el principio de una grafía para un sonido propuesto por Nebrija—. Sin embargo, como señala el Diccionario panhispánico de dudas, desde el año 1994 «se acordó adoptar el orden alfabético latino universal, en el que la ch y la ll no se consideran letras independientes. En consecuencia, las palabras que comienzan por estas dos letras, o que las contienen, pasan a alfabetizarse en los lugares que les corresponden dentro de la c y de la l, respectivamente».
El criterio para excluir ambas grafías del abecedario es, por tanto, muy simple: en realidad no son letras, sino dígrafos. Los dígrafos son conjuntos de dos letras que representan un solo fonema. En español tenemos cinco dígrafos, a saber: ch (sonido /ts/), ll (sonido /ʎ/), gu (sonido /g/ ante las vocales e, i), qu (sonido /k/ ante las vocales e,i) y rr (sonido /r/ en posición intervocálica).
Ahora bien, ¿por qué el dígrafo rr nunca ha estado en el alfabeto? Como se ha señalado líneas atrás, la inclusión de ch y ll responde al criterio de un grafema para cada sonido, y estos dos dígrafos sí cumplen esa máxima. Sin embargo, con la rr no ocurre lo mismo, puesto que la r representa ese mismo sonido cuando va en posición inicial —v. gr., ratón o reír— o cuando va precedida de n, l o s (como en enredo, alrededor o israelí). Por tanto, no se sigue el criterio anterior, debido a que el sonido vibrante múltiple se puede representar, según el caso, con dos grafemas diferentes, es decir, con r o con rr.
En definitiva, puede advertirse que, en realidad, el alfabeto español apenas ha modificado el esqueleto que heredó del alfabeto latino. Lo que sí ha cambiado es la manera en que pronunciamos —y escribimos— algunas de esas letras.