ANA NIEVES 25 FEBRERO, 2020
- La historia del español, la segunda lengua más hablada en el mundo, no es otra que la de los desplazamientos humanos que lo han conformado
- La literatura ha demostrado que la lengua no entiende el concepto de frontera y que, más bien, tiende puentes para enriquecerla
La historia del idioma español, o castellano, no es otra que la de los desplazamientos humanos que lo han conformado. ‘Archiletras Científica’, una revista que investiga sobre literatura y letras, publica un monográfico titulado ‘El español, lengua migratoria’ que habla, precisamente, de cómo los movimientos migratorios nutren esta lengua. Las corrientes humanas y el lenguaje que llevan consigo generan un impacto político, social, económico y cultural. El objetivo de esta publicación es arrojar luz sobre el panorama general de las migraciones que han realizado los hispanohablantes. El análisis, que realizan los más de 20 autores que han participado, registra el movimiento de nuestra lengua siguiendo las direcciones de la rosa de los vientos.
Gracias a las investigaciones sabemos que hace unos 1.000 años comenzaba la circulación de este idioma, cuando los soldados cristianos de Castilla movilizaron sus ejércitos hacia el sur de la Península Ibérica, donde predominaba el árabe. Las migraciones que históricamente han realizado los hispanohablantes de este a oeste están protagonizadas por quienes practicaban el judeoespañol. De oeste a este, el monográfico explica los movimientos realizados de América a Europa, como por ejemplo de Latinoamérica a España. En este caso, el español como idioma es un elemento facilitador de entendimiento, pero no siempre ha permitido una acogida real en el Estado español, como demuestran las posibilidades de acceso a un futuro seguro.
Actualmente, los mayores movimientos migratorios que transportan y difunden esta lengua son los que realizan sus hablantes del sur al norte del continente americano. Con un gran auge de estas corrientes en el siglo XX, las personas que migraron convirtieron a Estados Unidos en el segundo país con más hispanohablantes después de México. Estos desplazamientos, en ocasiones motivados por las situaciones de violencia a las que los Estados someten a sus ciudadanos, han impulsado el desarrollo de diferentes comunidades en Norteamérica. Debido a circunstancias políticas, socioecónomicas o ideológicas, los movimientos no han cesado, enriqueciendo zonas como Nueva York, Florida o California. Esto demuestra que el español, más que un idioma, es un medio de comunicación.
Las lenguas internacionales han llegado a serlo porque sus hablantes cruzan fronteras. El lenguaje actúa como vehículo que transporta, enriquece y aúna culturas. El español es un idioma en constante cambio y hablado por más de 500 millones de personas. Por ello, las academias oficiales que tratan de aunar todos los españoles bajo unas mismas normas -como la Academia Argentina de Letras (AAL) o la Real Academia Española (RAE)- obvian en muchos casos la realidad. Este idioma no puede someterse a unas reglas que impongan el prestigio por encima de la utilidad. Las reglas del español, más que vocabulario, muestran la identidad relacionada con el idioma.
El español es una lengua universal, de encuentro y diálogo, que sirve como herramienta de conectividad social, económica y política.
Durante la presentación del monográfico, Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, afirmó que peca de irracional quien utiliza el conocimiento de este idioma como ideologema. Tratar de establecer el español como valor exclusivo de un territorio, o como necesario para pertenecer a él, es obviar que esta lengua crea un vínculo entre todas las personas que lo hablan. El español es una lengua universal, de encuentro y diálogo, que sirve como herramienta de conectividad social, económica y política.
La tradición literaria es migrante
El español es la segunda lengua más hablada en todo el mundo. Es el lenguaje de Miguel de Cervantes, quien da nombre al Instituto que promueve este idioma y la cultura de las regiones hispanohablantes. Es la de Federico García Lorca, el granadino cuyos versos e ideas le costaron una bala sublevada que puso fin a su vida y obra. Es la de Emilia Pardo Bazán, cuyo estatus social le permitió desarrollar el naturalismo por el que se caracterizó su obra, marcada por un pensamiento de feminista radical a la vez que católico. Es la de Antonio y Manuel, los hermanos Machado, que mostraron la visión sobre la España de su tiempo hasta que el exilio y la muerte propios de la Guerra Civil española dieron por terminada su hermandad.
El español es la lengua de Cervantes, Lorca, Pardo Bazán y Machado… pero también de Galeano, Mistral y Neruda
Pero también es la lengua de Eduardo Galeano, que consiguió mostrar cómo sangran las venas abiertas de América Latina desde la colonización. Es la de Gabriela Mistral, poeta chilena que debido a su persistencia consiguió generar cambios en la educación pública gracias a su labor como maestra. Y es la de Pablo Neruda, cuya poesía mostró cómo la solidaridad que sentía hacia el pueblo español, le hacía llevar a este país en el corazón. Neruda viajó de Chile a España, en parte conmovido por la muerte de Lorca, quien también recorrió el continente americano, de Nueva York a Montevideo. La capital uruguaya tuvo la suerte de ver nacer a Galeano, cuyas Memorias del Fuego narran una historia desde la creación del mundo, hasta las barreras que después el humano impondría.
La literatura y las poesías de estos autores han viajado tanto como ellos, demostrando que la lengua no entiende el concepto de frontera y que, más bien, tiende puentes para enriquecerla. El español, lejos de ser una característica concreta de un territorio delimitado por barreras imaginarias o físicas, conforma un sentimiento de pertenencia a un pueblo común. Aún así, es notable que el vocabulario de cada zona hispanohablante puede ser difícil de entender para quienes proceden de otras áreas. Sin embargo, las comunidades que conviven en el bilingüismo han sido capaces de registrar como legítimas las contribuciones léxicas de diferentes idiomas. Así ocurre en el caso del euskera en el norte de España o el quechua en diferentes departamentos del Perú. Como declaró Estrella Montolío, codirectora de ‘Archiletras Científica’, “si las fronteras son las cicatrices que la historia ha dejado grabadas en la piel de la tierra a sangre y fuego, quizá podamos pensar que las lenguas son los hilos que sirven para suturar esas heridas”.